jueves, 21 de febrero de 2019

Seminario "De un Otro al otro", 5ta sesión, (11/12/68), "Yo soy lo que Yo es"


Prosiguiendo con los desarrollos sobre el surgimiento del sujeto en el campo del Otro, y las consecuencias de concebir a éste último como un campo agujereado – pérdida desde el origen designada por Lacan como objeto a-, Lacan va a hacer uso del nombre de Dios para dar cuenta de las dificultades al momento de referirse al sujeto del inconsciente sin transformarlo en un ser o un ente.

Al finalizar la sesión anterior, Lacan afirmará que “no hay definición englobante respecto del sujeto”.

Para indicar aquello que está en juego y que vuelve tan indispensable el énfasis en cuanto a la tarea de no reabsorber la noción de sujeto en el individuo-cualquiera fuera su sustancia-, Lacan recurre al problema del nombre impronunciable de Dios.
Resulta sabido que en el pensamiento judío, el nombre no es una designación arbitraria o un grupo de sonidos. El nombre nos dice la naturaleza, la esencia, la historia de aquel que es designado con él.
En Exodo 3, 13-22 , Moises es el primero que, frente a la zarza ardiente, pregunta por el nombre de Dios, a lo que éste responde “Yo soy el que soy”, lo que ha dado lugar a innumerables implicaciones teológicas y místicas en función de su traducción.
El nombre de Dios lleva 4 letras (tetragrámaton), pero que al ser consonantes, lo torna impronunciable- se confunde con Jehová en español, lo más cercano a Yahveh. Las raíces hebreas de estas letras son equivalentes a “el ser”.

Es así que Lacan propone otra traducción, “Yo soy lo que yo es” (Je suis ce que Je est) para continuar con los desarrollos acerca de “lo que dice yo” en el acto de palabra (“no hay sujeto sino de un decir”, pág. 60)

En respuesta a ciertas críticas que de inmediato recibió por esta traducción, la que traería aparejada una referencia al “ser supremo que la tradición erige para responder por todos los entes”, Lacan la rectifica por “Yo soy lo que es el Yo (Je suis ce qu’est le Je), para remarcar no solamente que no se trata del ser en el sentido de una totalidad (“el sujeto sólo se produce dividido en el discurso”), sino que este Yo (Je) que asume el acto de palabra, se encuentra en entera dependencia del campo del Otro, “sujetado” a un partenaire al que “otrifica como lugar del significante” dirá Lacan. (pág. 73)

El sujeto recibe, entonces, por la estructura misma del discurso, las consecuencias de la inconsistencia del campo del Otro:
“En la medida en que el campo del Otro no es consistente, la enunciación (acto de palabra) adopta el giro de la demanda (pregunta) y esto antes incluso que se aloje allí lo que sea que carnalmente responda a eso.” (pág. 77)

No hay en el lugar del Otro nada que garantice al sujeto, “no es posible situar este significante con el que un sujeto se satisface en último término para identificarse con él” (pág. 77).
Esta falla inherente al discurso será articulada por Lacan a la castración, por lo cual ésta adquiere un estatuto lógico y por ende, no coyuntural ni dependiente de la contingencia histórica (pág. 77)

Finalizando la sesión, Lacan hará uso del grafo para ubicar “la demanda (pregunta) radical que se nos dirige a nosotros analistas” (pág. 80) derivada de esta estructura:
“Debido a la estructura del Otro, toda enunciación se hace demanda (pregunta)” afirmará Lacan (pág. 79). Esto conlleva “un problema doble”: es la pregunta al Otro por lo que le falta, “me demando/pregunto lo que tú deseas” y su doble, a saber, “te demando/pregunto no quien soy, sino más lejos aún, lo que es yo”.

Estas preguntas convergen en el nudo entre del deseo del sujeto y el deseo del Otro:
“Me pregunto lo que tú deseas, es decir, lo que te falta, ligado al hecho de que estoy sujetado a ti, cuestión que se empalma en el nivel mismo de la institución del A, y Te demando/pregunto lo que es yo, pregunta sobre el estatuto del yo como tal.” (pág. 79)
A la pregunta “Quien es yo?”, la estructura responde con un rechazo, S (A barrado), no hay significante que pueda responder por el ser del sujeto.
Esta constituye entonces la demanda radical que se nos dirige a los analistas, “es la única que sostiene en último término el discurso del sujeto, a saber, en el primer tiempo, yo vengo a demandarte quien soy yo, lo que se responde a nivel del ¿Quién es yo?” (pág. 80)


Reseña: Sebastián Sica

No hay comentarios:

Publicar un comentario