domingo, 27 de agosto de 2017

Breve nota sobre el ingreso: la función del barquero.



                                   Breve nota sobre el ingreso: la función del barquero.


En la mitología griega, Caronte ( ‘brillo intenso’) era el barquero del Hades, el encargado de guiar a las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo para pagar el viaje- razón por la cual en la Antigua Grecia los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no podían pagar tenían que vagar cien años por las riberas del Aqueronte, tiempo después del cual Caronte accedía a llevarlos sin cobrar.

La pregunta que ponemos en forma es: ¿Cómo resolver el ingreso a un dispositivo de formación de psicoanalistas sin apelar a procedimientos burocráticos que pongan en primer plano criterios de pertenencia -a tal o cual “facción” de pensamiento teórico- o de política del psicoanálisis?
Es sabido que en determinados ámbitos, la cuestión del ingreso se promueve mediante rituales consistentes en que el candidato se presente ante una comisión o algún  tribunal (o figuras semejantes), y exponga las razones de su voluntad, las que luego son “evaluadas” en función de ideas coloridas, tales como “el deseo decidido”, “el deseo del analista”, “con quien se analiza”, “si su analista es analista” (¿?) y demás.
Nada que objetar a tales mecanismos – sólo el interrogante acerca de si no se trata de formas ligadas al discurso del Amo como aquel que dicta lo que marcha y lo que no marcha -reverso del discurso analítico que Jacques Lacan propone para los dispositivos de formación.
Pero ¿de qué modo se supone que dichos coloridos criterios resulten una garantía para propiciar un colectivo de trabajo que intente fundarse en el discurso analítico?
Más aún: ¿desde qué lugar se emiten los juicios y se producen las evaluaciones acerca del “deseo del ingresante”? ¿Acaso desde un lugar de saber a priori sobre eso que permitiría responder por sí o por no?
Dado que no es el Significante Amo (S1) sino  el objeto a el que comanda en  el discurso analítico, entonces nuestra respuesta provisoria será: ninguna burocracia que dictamine sobre el asunto, sino el simple deseo de articularse al dispositivo será suficiente para el ingreso.
La deliberada ausencia de procedimientos automáticos y burocratizados no  significa, sin embargo, la lógica de la puerta giratoria. Ningún juicio, ninguna evaluación prohibitiva,  ninguna comisión examinadora, pero sí la puesta en acto de una función que opere el movimiento de  pasaje: la designamos como la función del barquero.
El barquero será la función que cualquier integrante del dispositivo podrá cumplir frente al azar de recibir una demanda de ingreso.
Se trata, por un lado, de transmitir la modalidad de trabajo del CIL y los fundamentos del dispositivo en una relación de uno a uno que implique alojar y acompañar la entrada de quien desee sumarse.
Es decir, poner en acto la premisa propia del psicoanálisis: la dimensión de lo singular. Uno por uno, sin que se interpongan criterios de selección arbitrarios sostenidos desde algún Ideal.
Al mismo tiempo, por otro lado, será función del barquero subrayar – en el sentido más simple de acentuar, que  no equivale a  demandar-  cuál es el único óbolo simbólico requerido por el dispositivo para con el ingresante: la puesta en forma de un deseo de saber.
Esto es lo mismo que decir : constituirse como analizante respecto de la propia demanda de formación, frente a la cual el dispositivo no constituye garantía alguna, sino el medio, artefacto o instrumento con la que dicha demanda se podrá poner  a trabajar.
Es un simple recordatorio de la propuesta lacaniana para la formación de los analistas, en la medida en que la del psicoanalista  es una posición discursiva que no surge como resultado de la acumulación de algún saber académico, sino más bien de una singular manera de situarse frente al no-saber, la docta ignorancia y cuyo correlato clínico es designado con el término analizante acuñado  para señalar la posición desde la que es posible el forzamiento del no-querer-saber-nada-de-eso.
Sumarse a un colectivo de trabajo bajo el concepto de socio en un espacio que propicie la labor conjunta, pero a condición de avanzar sobre preguntas particulares conservando el rasgo de lectura propio, es la oferta constituida del Campo de investigaciones lacanianas.