Breve
nota sobre el ingreso: la función del
barquero.
En la mitología
griega, Caronte ( ‘brillo
intenso’) era el barquero del Hades, el encargado de guiar a las sombras
errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían
un óbolo para pagar el viaje- razón por la cual en la Antigua Grecia los
cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no podían
pagar tenían que vagar cien años por las riberas del Aqueronte, tiempo después
del cual Caronte accedía a llevarlos sin cobrar.
La pregunta que ponemos en forma es: ¿Cómo resolver el
ingreso a un dispositivo de formación de psicoanalistas sin apelar a
procedimientos burocráticos que pongan en primer plano criterios de pertenencia
-a tal o cual “facción” de pensamiento teórico- o de política del
psicoanálisis?
Es sabido que en determinados ámbitos, la cuestión del
ingreso se promueve mediante rituales consistentes en que el candidato se
presente ante una comisión o algún
tribunal (o figuras semejantes), y exponga las razones de su voluntad,
las que luego son “evaluadas” en función de ideas coloridas, tales como “el
deseo decidido”, “el deseo del analista”, “con quien se analiza”, “si su
analista es analista” (¿?) y demás.
Nada que objetar a tales mecanismos – sólo el interrogante
acerca de si no se trata de formas ligadas al discurso del Amo como aquel que
dicta lo que marcha y lo que no marcha -reverso del discurso analítico que
Jacques Lacan propone para los dispositivos de formación.
Pero ¿de qué modo se supone que dichos coloridos criterios
resulten una garantía para propiciar un colectivo de trabajo que intente
fundarse en el discurso analítico?
Más aún: ¿desde qué lugar se emiten los juicios y se
producen las evaluaciones acerca del “deseo del ingresante”? ¿Acaso desde un
lugar de saber a priori sobre eso que permitiría responder por sí o por no?
Dado que no es el Significante Amo (S1) sino el objeto a el que comanda en el discurso analítico, entonces nuestra
respuesta provisoria será: ninguna burocracia que dictamine sobre el asunto,
sino el simple deseo de articularse al dispositivo será suficiente para el
ingreso.
La deliberada ausencia de procedimientos automáticos y
burocratizados no significa, sin
embargo, la lógica de la puerta giratoria. Ningún juicio, ninguna evaluación
prohibitiva, ninguna comisión
examinadora, pero sí la puesta en acto de una función que opere el movimiento
de pasaje: la designamos como la función
del barquero.
El barquero será
la función que cualquier integrante del dispositivo podrá cumplir frente al
azar de recibir una demanda de ingreso.
Se trata, por un lado, de transmitir la modalidad de trabajo
del CIL y los fundamentos del dispositivo en una relación de uno a uno que implique alojar y acompañar la
entrada de quien desee sumarse.
Es decir, poner en acto la premisa propia del psicoanálisis:
la dimensión de lo singular. Uno por uno, sin que se interpongan criterios de
selección arbitrarios sostenidos desde algún Ideal.
Al mismo tiempo, por otro lado, será función del barquero
subrayar – en el sentido más simple de acentuar, que no equivale a
demandar- cuál es el único óbolo
simbólico requerido por el dispositivo para con el ingresante: la puesta en
forma de un deseo de saber.
Esto es lo mismo que decir : constituirse como analizante respecto de la propia demanda
de formación, frente a la cual el dispositivo no constituye garantía alguna,
sino el medio, artefacto o instrumento con la que dicha demanda se podrá
poner a trabajar.
Es un simple recordatorio de la propuesta lacaniana para la
formación de los analistas, en la medida en que la del psicoanalista es una posición discursiva que no surge como
resultado de la acumulación de algún saber académico, sino más bien de una
singular manera de situarse frente al no-saber, la docta ignorancia y cuyo
correlato clínico es designado con el término analizante acuñado para señalar
la posición desde la que es posible el forzamiento del no-querer-saber-nada-de-eso.
Sumarse a un colectivo de trabajo bajo el concepto de socio en un espacio que propicie la
labor conjunta, pero a condición de avanzar sobre preguntas particulares
conservando el rasgo de lectura propio, es la oferta constituida del Campo de
investigaciones lacanianas.